Nuestra galaxia, la Vía Láctea, tiene forma espiral, mide unos 100 mil años luz de diámetro y 20 mil años luz de espesor (en su zona central), y está compuesta de 200 mil millones de estrellas, gas y polvo.
El Sol y todo su sistema planetario se encuentran ubicados en uno de los bordes de un brazo espiral, a 26 mil años luz del centro galáctico, moviéndose a 900.000 km/hora. Y aún a semejante velocidad, tarda más de 200 millones de años en dar una vuelta al centro galáctico. Por lo tanto, desde su formación, hace 4600 millones de años, el Sistema Solar ha dado 23 vueltas al centro galáctico. Realizando una observación imaginaria desde afuera, mirando cada una de las vueltas del Sol y su sistema, nos podemos dar una idea de lo larga y lenta que ha sido la evolución de la vida en nuestro planeta, entre otras cosas.
Primeras vueltas
Hace 4600 millones de años, durante la primera vuelta o “año” del Sol, el Sistema Solar aún arrastraba mucho material que poco a poco se fue uniendo a los principales cuerpos planetarios y al propio Sol. La Tierra aún se estaba enfriando, su corteza estaba completamente agrietada y por allí salía mucha lava volcánica y diferentes gases que formaron una primitiva atmósfera que fue barrida por el viento solar.
En las siguientes vueltas podríamos observar en la Tierra una constante evolución química; construcciones graduales de moléculas complejas se formaron a partir de moléculas simples, a expensas de fuentes de energía como rayos ultravioletas del Sol, relámpagos y el calor interior de la Tierra. Los volcanes despidieron mucho vapor de agua que se concentró en nubes y que provocaron, durante millones de años, las lluvias que fueron formando los océanos. También aportaron agua las colisiones de cometas y otros cuerpos helados con la Tierra. Existen teorías que promueven la idea de que este tipo de objetos pudo haber traído a nuestro planeta material orgánico, basado en la química del carbono, un elemento muy particular que se combina y se relaciona con otros elementos para formar moléculas orgánicas, aumentando la variedad de compuestos posibles.
Bacterias
Luego de más de 1400 millones de años de evolución, a partir de la séptima vuelta, comenzaron a aparecer las primeras bacterias procariotas, es decir, células simples, sin núcleo, y células cianofíceas, cuya principal aptitud en comparación con las anteriores es que éstas pueden fotosintetizar. La fotosíntesis es una serie de procesos mediante los cuales las plantas, algas y algunas bacterias captan y utilizan la energía de la luz proveniente del Sol para transformar materia inorgánica en orgánica, la que utilizan para su crecimiento y desarrollo. Hicieron falta otros 1400 millones de años, es decir, siete vueltas más, para que estas células simples evolucionaran en las procariotas multicelulares. En ese lento estado de evolución se mantuvo la vida hasta la 17ma. vuelta.
Recién durante la 18va. vuelta, las células comenzaron a adquirir una organización más compleja y mayor tamaño. Aparecieron las primeras células eucariotas, con núcleo, como los protozoos y las algas azules y verdes; los primeros animales y plantas microscópicos, que habitaban las profundidades marinas, a salvo de la radiación ultravioleta del Sol. La atmósfera de la Tierra, poco a poco, se fue llenando de oxígeno (O), gracias a la acción de esas algas microscópicas que rompen la molécula del agua eliminando el O a la atmósfera. La formación de O3 (Ozono) creó una capa protectora contra los nocivos rayos ultravioletas del Sol.
La vida se complejiza
Durante las 19na. y 20ma. vueltas, organismos multicelulares complejos como los crustáceos aceleraron la evolución. Pero el aspecto exterior de la Tierra no sufrió muchos cambios, excepto por la lenta deriva continental; el movimiento tectónico de placas que provoca la continua circulación de los continentes y su cambio de forma. En la superficie, el paisaje es aún el de un gran desierto.
Hasta ahora, si hubiéramos observado de cerca a la Tierra en cualquiera de sus vueltas, no hubiéramos detectado ningún indicio interesante de vida, más que la vida microscópica en las profundidades oceánicas. Pero a partir de la 21° vuelta, la vida comenzó a ser “visible”, y la superficie de la Tierra empezó a ser colonizada por las plantas, primero, y por animales, después.
Los dinosaurios aparecieron en la 22° vuelta, y todas sus especies vivieron durante 160 millones de años, es decir, menos que una vuelta completa. Sólo en la 23° y última vuelta ocurrieron la mayor parte de las cosas que conocemos con mayor precisión: hace 65 millones de años, la extinción de los dinosaurios y el 75% de todas las especies existentes en aquel momento; luego, la evolución de los mamíferos, y durante los últimos millones de años, la aparición de los homínidos y del hombre moderno (Homo sapiens).
Cielo y Futuro
A lo largo de cada una de estas vueltas, el aspecto del cielo observado desde la Tierra se ha ido modificando. Las estrellas han ido cambiando de posición unas respecto de otras, e incluso algunas, más jóvenes o más antiguas que el Sol, nacieron o murieron entre una vuelta y otra. Algunas explotaron como supernovas. Eventos como estos, y también el paso del Sistema Solar por alguna región de la galaxia poblada de polvo oscuro, seguramente pudieron haber influido en la evolución de la vida sobre nuestro planeta, provocando extinciones masivas, dando luego lugar al desarrollo de otras especies.
El Sol es una estrella de la “Secuencia Principal”. Esto quiere decir que se encuentra en una etapa de madurez y equilibrio, promediando su “vida útil”. Dentro 25 a 30 vueltas más, es decir, unos 6000 millones de años, aproximadamente, habrá acabado su etapa de equilibrio. Y comenzará a expandirse, tanto que llegará hasta la órbita de la Tierra, o tal vez, más allá. Habrán pasado más de 50 “años del Sol” cuando sus capas superficiales queden tan lejos del núcleo que serán expulsadas, transformando al Sol en una “nebulosa planetaria”, que se irá dispersando poco a poco en el espacio interestelar. Y en su centro, su núcleo, muy caliente y masivo, convertido en una “enana blanca”, se irá enfriando lentamente hasta apagarse para siempre, luego de millones y millones de años. Así es como terminan sus días las estrellas de masa similar a la del Sol. Y según su ubicación en la Vía Láctea y su velocidad de giro en torno al centro galáctico, cumplirán “años galácticos” más cortos o más largos.
autor: Diego Hernandez
(*) Área de Astronomía del Planetario de la Ciudad de Buenos Aires “Galileo Galilei”
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