(foto Petr Horálek)
publico: La Nacion (Nuestro Universo)
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jueves, 31 de julio de 2014
La fotografía más triste de un astronauta: el conflicto en Gaza visto desde el espacio exterior
Alexander Gerst, un ingeniero alemán, tomó esta desoladora fotografía de los misiles y explosiones que han ocurrido últimamente en la franja de Gaza, territorio en disputa entre israelíes y palestinos
De todas las experiencias que puede tener un ser humano, sin duda viajar al espacio exterior se encuentra entre las más increíbles
en un sentido literal, por más que este adjetivo pueda parecer
desgastado. Pocas cosas, en efecto, pueden compararse al hecho de salir
del planeta y mirar ese “pálido punto azul” en la inmensidad del cosmos.
Y, con todo, aun este hecho
extraordinario puede quedar ensombrecido por ese otro aspecto de la
naturaleza humana que es nuestra crueldad, nuestra capacidad de
destrucción y de daño.
Así, por ejemplo, en esta fotografía
tomada desde la Estación Espacial Internacional. A diferencia de otras
tomas, en esta las luces no corresponden a una vistosa panorámica del
sistema eléctrico de una urbe o la evidencia de la concentración
poblacional. Es algo más simple, aunque no por ello comprensible: las
estelas y resplandores provocados por los bombardeos sobre la llamada
franja de Gaza, en Medio Oriente, donde el gobierno de Israel y la
organización palestina Hamas se disputan el territorio.
“Mi fotografía más triste hasta ahora”,
escribió Alexander Gerst, ingeniero de origen alemán que lleva 57 días a
bordo de la EEI, desde donde se observaron “las explosiones y los
misiles volando sobre Gaza”, según escribió en su cuenta de Twitter.
pijamasurf.com
miércoles, 30 de julio de 2014
Triángulo del Dragón, el otro Triángulo de las Bermudas
Todos conocemos la zona en el noroeste del Océano Atlántico, conocido como el Triángulo de las Bermudas o el Triángulo del Diablo. Pero hay otra área situada cerca de la costa japonesa en el Océano Pacífico, es el llamado Triángulo del Dragón o Mar del Diablo. Como su nombre nos indica, el área se extiende como un triángulo entre Japón y las islas Bonin. El misterio de este triangulo existe desde hace décadas e incluso siglos, según los registros navales japoneses. El área ha estado en las noticias desde hace varias décadas por misteriosas e inexplicables desapariciones de buques y aviones. El Triángulo del Dragón es uno de los 12 vórtices existentes en el mundo. Los vórtices son las zonas donde la fuerza de las ondas electromagnéticas del planeta son más fuertes que en cualquier otro lugar. De los otros 11 restantes vórtices, el Triángulo de las Bermudas es el más famoso de todo el mundo, pero posiblemente el Triangulo del Dragón sea el menos conocido y el que más sucesos extraños hayan pasado.
Además de la desaparición de los aviones y barcos, los fenómenos que están relacionados con el Triángulo del Dragón son los barcos fantasmas, lapsus en el tiempo y el mal funcionamiento de equipos electrónicos.
El origen del mito del Mar del Diablo se encuentra en una fábula china que habla acerca de unos misteriosos dragones que existían debajo de la superficie del mar y que se alimentaban de los buques y su tripulación. Según los científicos la superficie oceánica está llena de volcanes y estos podrían ser los culpables de la succión de los buques y su tripulación a las profundidades del océano. Aunque la teoría a día de hoy no tiene ninguna base científica, puesto que son solo especulaciones.
Las investigaciones sobre el Mar del Diablo
Muy posiblemente la investigación más extensa en el Triángulo del Dragón se llevó a cabo por el autor Charles Berlitz. En su libro, “El Triángulo del Dragón” (1989), Berlitz informó que entre los años 1952 a 1954, cinco buques de guerra japoneses se perdieron en el triángulo con el personal, un total de más de 700 personas. También escribe que el gobierno japonés calificó el área de una zona de peligro y luego financió un equipo de 100 científicos para estudiar el Mar del Diablo que también desapareció.
Casos Misteriosos
Se dice que el conquistador Kublai Khan trató de abrirse paso en Japón en el año 1200 pero no pudo hacerlo debido a la pérdida de sus buques y la tripulación, siendo estos 40.000 hombres.
En 1853 una “gran esfera azul” se observó en el cielo según varios testigos. La esfera voló durante un largo tiempo antes de caer en el mar.
En 1881, según los diarios de abordo de un buque de la Marina Real Inglesa, dijeron haber visto el Holandés Errante, rodeado por una luz misteriosa.
En 1937, Amelia Earhart, la celebre aviadora, envió su último SOS en la zona del Triángulo del Dragón, antes de que su brújula e instrumentos dejaran de funcionar, nunca más se supo de ella.
En 1955 el buque de investigación Kaio Maru N º 5 partió para obtener información acerca de los buques y tripulantes desaparecidos, desapareció sin dejar rastro. Y mientras las autoridades japonesas habían declarado zona de peligro marino, tras el incidente sin precedentes de la nave de la investigación, todos los proyectos para obtener información sobre el misterio fueron abortados por completo.
En 1986, los científicos a bordo de un buque de investigación del gobierno informaron que estaban siendo seguidos por un objeto de 30 metros de largo de forma cilíndrica que rápidamente se acercó a su nave antes de desaparecer en el mar. El informe de este incidente fue publicado en la revista Scientific American edición japonesa en 1988.
En enero de 1989, un barco ballenero japonés encontró un pequeño barco de pesca en la zona. No había tripulación a bordo, excepto el cadáver del capitán que estaba “agarrando el timón con fuerza y con cara de pánico”. Según las teorías de los ufólogos al respecto establecen algún tipo de puerta dimensional o algún tipo de base para ovnis.
El Triángulo del diablo podría ser objeto de numerosas teorías y suposiciones. Pero a pesar de las pocas evidencias científicas y el aura mítica que rodea el campo oceánico, su existencia es testimonio de que ciertos poderes van mucho más allá del control y la comprensión de las personas.
MESparanormal
lunes, 28 de julio de 2014
Una de las preguntas más antiguas de la humanidad podría encontrar respuesta en los próximos años: ¿estamos solos? Por Michael D. Lemonick
Una señal electrónica viaja desde el Laboratorio de Propulsión a
Chorro (JPL por sus siglas en inglés) de la NASA, situado en Pasadena,
California, hasta un vehículo robótico adherido a la cara inferior de la
capa de hielo de 30 centímetros de grosor que cubre un lago de Alaska.
El faro del vehículo se enciende. «¡Funciona!», exclama John Leichty, un
joven ingeniero del JPL, acurrucado en el interior de una tienda
plantada a escasa distancia sobre el hielo. Quizá no parezca una gran
hazaña tecnológica, pero podría ser el primer pequeño paso hacia la
exploración de una luna lejana.
Más de 7.000 kilómetros al sur, la geomicrobióloga Penelope Boston avanza por una oscura caverna de México a más de 15 metros de profundidad, con el agua turbia hasta las rodillas. Como los otros científicos que la acompañan, Boston lleva máscara y botella de oxígeno para protegerse del sulfuro de hidrógeno y el monóxido de carbono, dos gases tóxicos que impregnan gran parte del aire de la cueva. El agua que discurre alrededor de sus pies contiene ácido sulfúrico. De repente, su linterna frontal ilumina una gota alargada de fluido denso y semitransparente que rezuma de la inestable pared calcárea. «¡Qué bonita es!», exclama.
Ambos lugares (un lago ártico helado y una cueva tropical saturada de gases tóxicos) podrían proporcionar claves para resolver uno de los misterios más antiguos y apasionantes del mundo: ¿Hay vida fuera de nuestro planeta? Es posible que la vida en otros mundos, ya sea en nuestro sistema solar o en torno a estrellas distantes, tenga que florecer en océanos cubiertos de hielo, como los de Europa, uno de los satélites de Júpiter, o en cuevas llenas de gases, como las que quizás abundan en Marte. Si encontramos la manera de aislar e identificar en la Tierra formas de vida capaces de prosperar en ese tipo de ambientes extremos, estaremos un paso más cerca de hallar vida en otros planetas.
No es fácil señalar el momento exacto en que la búsqueda de vida en otros mundos pasó del terreno de la ciencia ficción al de la ciencia, pero uno de los principales hitos fue una conferencia sobre astronomía celebrada en noviembre de 1961. La organizó Frank Drake, un joven radioastrónomo fascinado por la idea de buscar transmisiones de radio alienígenas.
Cuando convocó la conferencia, la búsqueda de inteligencia extraterrestre, o SETI (acrónimo de Search for ExtraTerrestrial Intelligence), «era esencialmente tabú en astronomía», recuerda ahora Drake, de 84 años. Pero con el apoyo del director de su laboratorio, logró reunir a un grupo de astrónomos (entre ellos un joven científico planetario llamado Carl Sagan), químicos, biólogos e ingenieros para debatir sobre lo que hoy se denomina astrobiología, la ciencia de la vida fuera de la Tierra. En particular, Drake necesitaba el asesoramiento de los expertos sobre la racionalidad de dedicar una porción sustancial del tiempo de observación de un radiotelescopio a la búsqueda de señales de radio procedentes de otros planetas y sobre la forma de observación más prometedora. ¿Cuántas civilizaciones puede haber en nuestra galaxia?, se preguntaba. Por eso, antes de que llegaran sus invitados, garabateó una ecuación en la pizarra.
Aquellos trazos apresurados, que hoy se conocen como la famosa ecuación de Drake, delinearon un procedimiento para dar respuesta a su pregunta. Lo primero es determinar el ritmo de formación de estrellas semejantes al Sol en la Vía Láctea y multiplicar ese número por la fracción de estrellas con sistemas planetarios. Después, el resultado se multiplica por el número medio de planetas aptos para la vida en cada sistema, es decir, aquellos planetas más o menos del tamaño de la Tierra que orbitan a la distancia adecuada de sus respectivas estrellas. Lo siguiente es multiplicar la cifra obtenida por la fracción de planetas donde efectivamente surge la vida, y a continuación, por la fracción de esos planetas donde aparece vida inteligente. Luego habrá que multiplicar el número resultante por la fracción de estos últimos planetas cuyos habitantes han desarrollado la tecnología necesaria para enviar señales de radio, que podamos detectar.
El último paso consiste en multiplicar el número de civilizaciones con tecnología de radio por el tiempo medio en que esas civilizaciones transmiten señales o incluso sobreviven.
La ecuación parecía lógica, pero había un problema. Nadie tenía la menor idea de cuál podía ser el valor de todos esos números o fracciones, con excepción de la primera variable de la ecuación: el ritmo de formación de estrellas semejantes al Sol. El resto eran puras conjeturas. Si los científicos de los proyectos SETI lograban captar una señal de radio extraterrestre, entonces ninguna de esas incertidumbres importaría. Pero hasta que eso ocurriese, los expertos en cada factor de la ecuación de Drake tendrían que tratar de encontrar los números correctos, ya fuera determinando la tasa de sistemas planetarios alrededor de estrellas semejantes al Sol o tratando de resolver el misterio del origen de la vida en la Tierra.
Tuvo que transcurrir un tercio de siglo antes de que fuera posible empezar a asignar valores estimativos a los diferentes términos de la ecuación. En 1995 Michel Mayor y Didier Queloz, de la Universidad de Ginebra, detectaron el primer planeta que orbitaba en torno a una estrella semejante al Sol fuera de nuestro sistema solar. Aquel mundo, conocido como 51 Pegasi b, se encuentra a unos 50 años luz de la Tierra y es una enorme masa gaseosa cuyo tamaño es la mitad de Júpiter, con una órbita tan próxima a su estrella que su «año» dura solo cuatro días y su temperatura superficial supera los 1.000 °C.
Nadie pensó ni por un momento que pudiera haber vida en un entorno tan infernal. Pero el mero hecho de saber que existía ese planeta fue un gran paso adelante. A comienzos del año siguiente Geoffrey Marcy, actualmente en la Universidad de California en Berkeley, dirigió a su equipo en el hallazgo de un segundo planeta extrasolar y, poco después, de un tercero. Hasta la fecha se han localizado y confirmado casi 2.000 exoplanetas, algunos más pequeños que la Tierra y otros más grandes que Júpiter; quedan miles a la espera de confirmación, la mayoría descubiertos gracias al telescopio espacial Kepler, en órbita desde 2009.
Ninguno de esos planetas es exactamente igual a la Tierra, pero los científicos confían en encontrar uno muy semejante en un futuro próximo. Sobre la base de los descubrimientos de planetas ligeramente más grandes realizados hasta el momento, los astrónomos calcularon recientemente que más de una quinta parte de las estrellas parecidas al Sol tienen a su alrededor planetas habitables, semejantes a la Tierra. Desde un punto de vista estadístico, el más cercano podría estar a apenas 12 años luz.
Es una buena noticia para los astrobiólogos. Sin embargo, en los últimos años, los cazadores de planetas han comprendido que no hay razón para limitar la búsqueda a las estrellas parecidas a nuestro Sol. «Cuando estaba en el instituto, nos enseñaban que la Tierra orbita en torno a una estrella corriente –dice David Charbonneau, astrónomo de Harvard–. Pero eso no es cierto.» De hecho, alrededor del 80 % de las estrellas de la Vía Láctea son cuerpos pequeños, fríos, tenues y rojizos, denominados enanas M. Si un planeta semejante a la Tierra orbitara en torno a una enana M a la distancia justa (mucho más cerca que la Tierra del Sol para evitar el frío excesivo), podría ser tan acogedor para el desarrollo de la vida como un planeta igual a la Tierra que gire en torno a una estrella parecida a nuestro Sol.
Además, actualmente los científicos creen que un planeta no tiene por qué ser del mismo tamaño que la Tierra para ser habitable. «En mi opinión –dice Dimitar Sasselov, otro astrónomo de Harvard–, cualquier medida entre una y cinco veces la masa de la Tierra sería ideal.» En pocas palabras, la variedad de planetas habitables y las estrellas en torno a las cuales podrían orbitar probablemente es mucho mayor que la establecida por la conservadora apreciación de Drake y sus colegas en la conferencia de 1961.
Y eso no es todo. Resulta que la gama de temperaturas y ambientes químicos donde podrían proliferar organismos extremófilos también supera con mucho las expectativas más optimistas de los asistentes a la conferencia de Drake. En la década de 1970 oceanógrafos como Robert Ballard descubrieron las chimeneas hidrotermales: fisuras del fondo oceánico de las que mana agua a elevadísimas temperaturas y en cuyo entorno se desarrolla un variado ecosistema de bacterias que se alimentan de sulfuro de hidrógeno y otras sustancias químicas disueltas en el agua, y que a su vez son el sustento de otros organismos. También se han hallado formas de vida en fuentes termales y en los gélidos lagos situados a cientos de metros de profundidad bajo el manto de hielo antártico, así como en medios extremadamente ácidos, alcalinos, salados o radiactivos, e incluso en grietas diminutas de rocas situadas a un kilómetro o más de profundidad. «En la Tierra son nichos aislados –dice Lisa Kaltenegger, que trabaja en Harvard y en el Instituto Max Planck de Astronomía–. Pero no sería descabellado pensar que en otro planeta alguna de esas condiciones fuera la dominante.»
El factor que según los biólogos es esencial para la existencia de vida tal como la conocemos es el agua en estado líquido: un poderoso solvente capaz de transportar los nutrientes disueltos a todas las partes de un organismo. En lo que se refiere a nuestro sistema solar, sabemos desde la misión de la sonda Mariner 9 a Marte en 1971 que en el pasado fluyó el agua por la superficie del planeta rojo. Por lo tanto, es posible que haya existido allí la vida, al menos en forma microbiana, y puede que aún queden vestigios de aquellas formas de vida en el subsuelo, donde quizá sea posible encontrar agua en estado líquido. Europa, la luna de Júpiter, presenta grietas en su superficie helada, y relativamente joven, lo que indica que bajo el hielo hay un océano de agua líquida. Al encontrarse a 800 millones de kilómetros del Sol, el agua de Europa debería estar totalmente congelada. Sin embargo, parece que se mantiene en estado líquido gracias al calor generado por las mareas provocadas por el tirón gravitatorio de Júpiter y de otras lunas jovianas. En teoría, bajo los hielos de Europa podría existir vida.
En 2005, la sonda Cassini de la NASA localizó chorros de agua eyectados de la superficie de Encélado, un satélite de Saturno. Mediciones realizadas más tarde por la nave y dadas a conocer en abril de este año confirman que también allí podría haber una fuente subterránea de agua. Sin embargo, los científicos aún no saben cuánta agua puede haber bajo la costra helada de Encélado, ni si ha permanecido en estado líquido durante el tiempo suficiente como para permitir la existencia de la vida. En la superficie de Titán, el satélite más grande de Saturno, hay ríos, lagos y lluvia. Pero el ciclo meteorológico de esta luna se basa en hidrocarburos líquidos, como el metano y el etano, no en el agua. Puede que allí haya alguna forma de vida, pero es muy difícil imaginar cómo será.
Marte es mucho más parecido a la Tierra que cualquiera de esas lunas distantes, y está mucho más cerca. La búsqueda de vida ha inspirado casi todas las misiones al planeta rojo. El Curiosity de la NASA está explorando actualmente el cráter Gale, donde hace miles de millones de años hubo un lago enorme y el ambiente químico pudo ser acogedor para los microbios, si existieron.
Una cueva en México no es Marte, por supuesto, ni un lago en el norte de Alaska es Europa. Pero la búsqueda de vida extraterrestre ha llevado a Kevin Hand, astrobiólogo del JPL, y a los otros miembros de su equipo, entre ellos John Leichty, al lago Sukok, en Alaska. La misma indagación ha hecho que Penelope Boston y sus colegas visiten en múltiples ocasiones la venenosa cueva de Villa Luz, cerca de Tapijulapa, en México. En ambos sitios los investigadores han puesto a prueba nuevas técnicas para detectar signos de vida en ambientes que a grandes rasgos son similares a lo que podrían encontrar las sondas espaciales. En particular, buscan biofirmas, es decir, signos visuales o químicos de la presencia de vida pasada o presente.
Consideremos por ejemplo la cueva mexicana. Gracias a las sondas orbitales sabemos que en Marte hay cuevas, y precisamente en esos lugares es donde podrían haberse refugiado los microbios cuando el planeta empezó a perder la atmósfera y el agua superficial hace unos 3.000 millones de años. Esos habitantes de las cuevas marcianas habrían tenido que sobrevivir con una fuente de energía diferente de la luz solar, como hacen estas gotas que exudan las paredes de la cueva mexicana y que tanto fascinan a Boston. Los científicos denominan a estas formaciones mucosas snottites. En la cueva hay miles, con longitudes que van de un centímetro a más de medio metro. En realidad son biopelículas, comunidades de microorganismos unidos en una masa viscosa.
Los microbios de las snottites son quimiótrofos, me explica Boston. «La oxidación del sulfuro de hidrógeno es su única fuente de energía, y la producción de esta especie de moco es parte de su estilo de vida.»
Las snottites son solo una de las diversas comunidades microbianas presentes en la cueva. Boston, del Instituto de Minería y Tecnología de Nuevo México y del Instituto Nacional de Investigación de Cuevas y Formaciones Cársticas, afirma que debe de haber alrededor de una docena de comunidades diferentes de microbios en la cueva. «Cada una tiene un aspecto físico distintivo, y cada una aprovecha diferentes sistemas de nutrientes.»
Una de esas comunidades es particularmente interesante para la microbióloga y sus colegas. No forma goterones ni burbujas, pero produce dibujos en las paredes de la cueva: puntos, líneas e incluso redes de líneas que casi parecen jeroglíficos. Los astrobiólogos han bautizado esos dibujos con el nombre de biovermiculaciones, término derivado de la palabra «vermicular», que significa «semejante a un gusano».
Se ha observado que los microorganismos presentes en las paredes de la cueva no son los únicos que producen trazos como estos. «Pueden verse en diferentes escalas, por lo general en lugares donde escasea algún recurso», dice Keith Schubert, ingeniero de la Universidad Baylor especializado en sistemas de obtención de imágenes que acudió a la cueva de Villa Luz para instalar cámaras que permitan monitorizar a largo plazo el interior de la caverna. Según él, las hierbas y los árboles de las regiones áridas también crean motivos biovermiculares. Y lo mismo puede decirse de las costras biológicas, comunidades de bacterias, musgos y líquenes que cubren el suelo de los desiertos.
Si esta hipótesis se confirma, Boston, Schubert y otros científicos que están documentando las biovermiculaciones pueden haber hallado un elemento de importancia crucial. Hasta ahora, muchos de los marcadores de vida que han buscado los astrobiólogos son gases, como el oxígeno producido por algunos organismos terrestres. Pero el tipo de vida que produce una biofirma de oxígeno puede ser solo uno entre muchos.
«Lo que me entusiasma de las biovermiculaciones es que las hemos visto en muchas escalas diferentes y en ambientes totalmente distintos –dice Boston–, y aun así el carácter de los dibujos es muy similar.» Schubert y ella creen muy probable que esos patrones, basados en sencillas reglas de crecimiento y competencia por los recursos, sean literalmente una firma universal de la vida. En las cuevas, además, los trazos permanecen, incluso cuando las comunidades microbianas mueren. Si un vehículo de exploración encontrara algo así en las paredes de una cueva marciana, «sabríamos hacia dónde dirigir la atención», dice Schubert.
En la otra punta de américa del Norte, los científicos e ingenieros que tiritan de frío en el lago Sukok tienen una misión similar. Trabajan en dos puntos diferentes del lago: uno de ellos junto a un núcleo de tres pequeñas tiendas de campaña que los científicos han bautizado como «Nasaville», y el otro, con una sola tienda, más o menos a un kilómetro de distancia. Como el metano que sube burbujeando desde el fondo del lago agita el agua, hay algunos puntos donde no se forma hielo. Por eso los científicos tienen que dar un largo rodeo cuando se desplazan en motos de nieve de un campamento a otro.
El metano fue lo primero que atrajo a los científicos al Sukok y otros lagos cercanos de Alaska en 2009. Se trata de un hidrocarburo gaseoso muy corriente generado por unos microorganismos que descomponen la materia orgánica y que reciben el nombre colectivo de metanógenos. La presencia de metano podría ser, por lo tanto, otra de las biofirmas que los astrobiólogos podrían buscar en otros mundos. Pero este gas también puede proceder de erupciones volcánicas y otras fuentes no biológicas, y se forma de manera natural en la atmósfera de planetas gigantes como Júpiter y en satélites como Titán. Por eso es crucial para los científicos distinguir entre el metano biológico y el de origen no biológico. Cuando el objeto de interés es el helado satélite Europa, como le sucede a Kevin Hand, el lago Sukok, rico en metano y con la superficie helada, no es un mal lugar para empezar.
Hand, Explorador Emergente de National Geographic, prefiere Europa a Marte como terreno para la astrobiología por una razón. Supongamos que vamos a Marte, explica el astrobiólogo, y encontramos en el subsuelo organismos vivos basados en el ADN, como la vida en la Tierra. Eso podría significar que el ADN es una molécula universal de la vida, lo que sin duda es posible. Pero también podría querer decir que la vida en la Tierra y la vida en Marte tienen un origen común. Sabemos con certeza que algunas rocas arrancadas de la superficie de Marte por impactos de asteroides han acabado en la Tierra, y también podría ser que fragmentos rocosos de la Tierra hayan ido a parar a Marte. Si esas rocas viajeras llevaban en su interior microorganismos capaces de sobrevivir al trayecto, lo cual cabe dentro de lo posible, entonces pudieron sembrar la vida en el planeta de destino. «Si se descubre que la vida en Marte está basada en el ADN –dice Hand–, no podremos saber si estamos o no ante un origen independiente del ADN.» Pero Europa está muchísimo más lejos. Si encontráramos vida en ese satélite, tendríamos que pensar que se originó de forma independiente, aunque también esté basada en el ADN.
Europa parece reunir los ingredientes básicos para la vida. Hay agua líquida en abundancia, y es posible que en los fondos oceánicos haya chimeneas hidrotermales similares a las de la Tierra que podrían aportar los nutrientes necesarios para cualquier forma de vida que pueda existir allí. En la superficie, este satélite recibe periódicamente el impacto de cometas, cargados de compuestos químicos orgánicos que también podrían servir de base para la vida. Las partículas de los cinturones de radiación de Júpiter disocian el hidrógeno y el oxígeno del hielo, formando toda una serie de moléculas que los organismos vivos podrían utilizar para metabolizar los nutrientes químicos de las fuentes hidrotermales.
El gran enigma es cómo podrían esas sustancias químicas atravesar la capa de hielo, que probablemente tiene entre 15 y 25 kilómetros de grosor. Las misiones Voyager y Galileo revelaron que el hielo está lleno de grietas. A principios de 2013, Hand y el astrónomo Mike Brown, del Caltech, utilizaron el telescopio Keck II para demostrar que las sales del océano de Europa posiblemente se están abriendo paso hasta la superficie, quizás a través de algunas de esas grietas. Posteriormente, ese mismo año, otro equipo de observadores, empleando esta vez el Telescopio Espacial Hubble, detectó penachos de agua líquida en el polo sur del satélite. Evidentemente, los hielos de Europa no son impenetrables.
Todo esto hace que la idea de enviar una sonda orbital a Europa sea cada vez más atractiva. Por desgracia, la misión que el Consejo Nacional de Investigación de Estados Unidos evaluó en su informe de 2011 fue considerada demasiado costosa: el presupuesto era de 4.700 millones de dólares. Entonces un equipo del JPL dirigido por Robert Pappalardo volvió a empezar de cero y rediseñó la misión. La sonda Europa Clipper orbitaría Júpiter, y no Europa, ahorrando así mucho combustible y dinero, pero sobrevolaría unas 45 veces el satélite, lo que permitiría estudiar su química superficial y atmosférica, y también de forma indirecta la química de su océano.
Según Pappalardo, la misión rediseñada costaría menos de 2.000 millones de dólares a lo largo de toda su vida útil. Si finalmente se aprueba, «esperamos que el lanzamiento tenga lugar entre comienzos y mediados de la década de 2020». Si para el lanzamiento se usa un cohete Atlas V, el viaje a Europa durará unos seis años. «Pero también es posible –añade– que podamos lanzar la sonda con el SLS, el nuevo sistema de lanzamiento espacial que está desarrollando la NASA. Es un cohete muy grande, con el que podríamos llegar en 2,7 años.»
Es poco probable que la Clipper sea capaz de encontrar vida en Europa, pero puede ayudar a abrir el camino para el envío de un módulo de aterrizaje que explore la superficie y estudie su composición química, como se hace en Marte con los todoterrenos. La Clipper también podría buscar los mejores sitios para aterrizar. El siguiente paso lógico, tras el módulo de aterrizaje, sería enviar una sonda para explorar el océano, lo cual, según el grosor de la capa de hielo, podría ser mucho más complicado. Como alternativa, los científicos de la misión podrían tratar de localizar un lago contenido dentro de la capa de hielo, cerca de la superficie. «Cuando esa sonda de exploración subacuática entre por fin en funcionamiento –dice Hand–, en términos evolutivos será como haber llegado a la fase de Homo sapiens, mientras que ahora, haciendo pruebas en Alaska, estamos en la de Australopithecus.»
El vehículo relativamente tosco que Hand y su equipo están probando en el lago Sukok se desplaza bajo una capa de 30 centímetros de hielo. Su flotabilidad lo mantiene firmemente adherido a la cara inferior de la costra helada, donde sus sensores miden la temperatura, la salinidad, el pH y otras características del agua. Pero no busca directamente organismos. Esa misión corresponde a los científicos que trabajan al otro lado del lago. Uno de ellos es John Priscu, de la Universidad del Estado de Montana, quien el año pasado extrajo bacterias vivas del lago subglacial Whillans, 800 metros por debajo del manto de hielo de la Antártida Occidental. Junto con la geobióloga Alison Murray y la estudiante de posgrado Paula Matheus-Carnevali, Priscu investiga qué características deben tener los ambientes gélidos para acoger vida y qué tipos de organismos viven en ellos.
Por muy valioso que sea el estudio de los organismos extremófilos, solo puede proporcionar indicios terrestres para un misterio extraterrestre. Muy pronto, sin embargo, dispondremos de otro medio para rellenar las lagunas de la ecuación de Drake. La NASA ha aprobado un nuevo telescopio cazador de planetas, el Satélite de Búsqueda de Exoplanetas en Tránsito (TESS, por sus siglas en inglés), cuyo lanzamiento está previsto para 2017. El TESS buscará planetas en torno a las estrellas más cercanas y localizará candidatos para que los astrofísicos intenten detectar biofirmas gaseosas en las atmósferas planetarias. El Telescopio Espacial James Webb, cuyo lanzamiento está previsto para 2018, facilitará en gran medida esas investigaciones.
Algunos astrobiólogos están considerando incluso una posibilidad que parece más propia de la ciencia ficción. Todo el estudio de las biofirmas y los organismos extremófilos parte de la base de que la vida en otros planetas, como la vida en la Tierra, utilizará el agua como solvente y estará basada en moléculas complejas que incorporen el carbono como parte esencial de su estructura. Una de las razones de ese punto de vista es que el carbono y el agua abundan en toda la Vía Láctea. La otra es que no sabemos cómo buscar formas de vida que no estén basadas en el carbono, ya que no conocemos sus biofirmas.
«Si limitamos de ese modo nuestra investigación, podríamos fracasar –advierte Sasselov, de Harvard–. Tenemos que hacer un esfuerzo para comprender por lo menos algunas de las alternativas y determinar cuáles serían sus biofirmas atmosféricas.» Así pues, su equipo en Harvard está buscando biologías alternativas que podrían existir en mundos distantes, donde, por ejemplo, el ciclo del azufre podría reemplazar al del carbono, que domina la biología terrestre.
Como telón de fondo de toda esta investigación se mantiene el proyecto que puso en marcha la astrobiología hace más de medio siglo. Frank Drake continúa buscando señales extraterrestres, un descubrimiento que superaría a cualquier otro. Aunque lamenta que casi toda la financiación de los proyectos SETI se haya cancelado, está entusiasmado con un flamante proyecto que intentará detectar destellos de luz procedentes de civilizaciones extraterrestres. «Tiene sentido probar todos los enfoques posibles –dice–, porque no tenemos ni idea de lo que los extraterrestres podrían estar haciendo realmente.»
nationalgeographic.com
Más de 7.000 kilómetros al sur, la geomicrobióloga Penelope Boston avanza por una oscura caverna de México a más de 15 metros de profundidad, con el agua turbia hasta las rodillas. Como los otros científicos que la acompañan, Boston lleva máscara y botella de oxígeno para protegerse del sulfuro de hidrógeno y el monóxido de carbono, dos gases tóxicos que impregnan gran parte del aire de la cueva. El agua que discurre alrededor de sus pies contiene ácido sulfúrico. De repente, su linterna frontal ilumina una gota alargada de fluido denso y semitransparente que rezuma de la inestable pared calcárea. «¡Qué bonita es!», exclama.
Ambos lugares (un lago ártico helado y una cueva tropical saturada de gases tóxicos) podrían proporcionar claves para resolver uno de los misterios más antiguos y apasionantes del mundo: ¿Hay vida fuera de nuestro planeta? Es posible que la vida en otros mundos, ya sea en nuestro sistema solar o en torno a estrellas distantes, tenga que florecer en océanos cubiertos de hielo, como los de Europa, uno de los satélites de Júpiter, o en cuevas llenas de gases, como las que quizás abundan en Marte. Si encontramos la manera de aislar e identificar en la Tierra formas de vida capaces de prosperar en ese tipo de ambientes extremos, estaremos un paso más cerca de hallar vida en otros planetas.
No es fácil señalar el momento exacto en que la búsqueda de vida en otros mundos pasó del terreno de la ciencia ficción al de la ciencia, pero uno de los principales hitos fue una conferencia sobre astronomía celebrada en noviembre de 1961. La organizó Frank Drake, un joven radioastrónomo fascinado por la idea de buscar transmisiones de radio alienígenas.
Cuando convocó la conferencia, la búsqueda de inteligencia extraterrestre, o SETI (acrónimo de Search for ExtraTerrestrial Intelligence), «era esencialmente tabú en astronomía», recuerda ahora Drake, de 84 años. Pero con el apoyo del director de su laboratorio, logró reunir a un grupo de astrónomos (entre ellos un joven científico planetario llamado Carl Sagan), químicos, biólogos e ingenieros para debatir sobre lo que hoy se denomina astrobiología, la ciencia de la vida fuera de la Tierra. En particular, Drake necesitaba el asesoramiento de los expertos sobre la racionalidad de dedicar una porción sustancial del tiempo de observación de un radiotelescopio a la búsqueda de señales de radio procedentes de otros planetas y sobre la forma de observación más prometedora. ¿Cuántas civilizaciones puede haber en nuestra galaxia?, se preguntaba. Por eso, antes de que llegaran sus invitados, garabateó una ecuación en la pizarra.
Aquellos trazos apresurados, que hoy se conocen como la famosa ecuación de Drake, delinearon un procedimiento para dar respuesta a su pregunta. Lo primero es determinar el ritmo de formación de estrellas semejantes al Sol en la Vía Láctea y multiplicar ese número por la fracción de estrellas con sistemas planetarios. Después, el resultado se multiplica por el número medio de planetas aptos para la vida en cada sistema, es decir, aquellos planetas más o menos del tamaño de la Tierra que orbitan a la distancia adecuada de sus respectivas estrellas. Lo siguiente es multiplicar la cifra obtenida por la fracción de planetas donde efectivamente surge la vida, y a continuación, por la fracción de esos planetas donde aparece vida inteligente. Luego habrá que multiplicar el número resultante por la fracción de estos últimos planetas cuyos habitantes han desarrollado la tecnología necesaria para enviar señales de radio, que podamos detectar.
El último paso consiste en multiplicar el número de civilizaciones con tecnología de radio por el tiempo medio en que esas civilizaciones transmiten señales o incluso sobreviven.
La ecuación parecía lógica, pero había un problema. Nadie tenía la menor idea de cuál podía ser el valor de todos esos números o fracciones, con excepción de la primera variable de la ecuación: el ritmo de formación de estrellas semejantes al Sol. El resto eran puras conjeturas. Si los científicos de los proyectos SETI lograban captar una señal de radio extraterrestre, entonces ninguna de esas incertidumbres importaría. Pero hasta que eso ocurriese, los expertos en cada factor de la ecuación de Drake tendrían que tratar de encontrar los números correctos, ya fuera determinando la tasa de sistemas planetarios alrededor de estrellas semejantes al Sol o tratando de resolver el misterio del origen de la vida en la Tierra.
Tuvo que transcurrir un tercio de siglo antes de que fuera posible empezar a asignar valores estimativos a los diferentes términos de la ecuación. En 1995 Michel Mayor y Didier Queloz, de la Universidad de Ginebra, detectaron el primer planeta que orbitaba en torno a una estrella semejante al Sol fuera de nuestro sistema solar. Aquel mundo, conocido como 51 Pegasi b, se encuentra a unos 50 años luz de la Tierra y es una enorme masa gaseosa cuyo tamaño es la mitad de Júpiter, con una órbita tan próxima a su estrella que su «año» dura solo cuatro días y su temperatura superficial supera los 1.000 °C.
Nadie pensó ni por un momento que pudiera haber vida en un entorno tan infernal. Pero el mero hecho de saber que existía ese planeta fue un gran paso adelante. A comienzos del año siguiente Geoffrey Marcy, actualmente en la Universidad de California en Berkeley, dirigió a su equipo en el hallazgo de un segundo planeta extrasolar y, poco después, de un tercero. Hasta la fecha se han localizado y confirmado casi 2.000 exoplanetas, algunos más pequeños que la Tierra y otros más grandes que Júpiter; quedan miles a la espera de confirmación, la mayoría descubiertos gracias al telescopio espacial Kepler, en órbita desde 2009.
Ninguno de esos planetas es exactamente igual a la Tierra, pero los científicos confían en encontrar uno muy semejante en un futuro próximo. Sobre la base de los descubrimientos de planetas ligeramente más grandes realizados hasta el momento, los astrónomos calcularon recientemente que más de una quinta parte de las estrellas parecidas al Sol tienen a su alrededor planetas habitables, semejantes a la Tierra. Desde un punto de vista estadístico, el más cercano podría estar a apenas 12 años luz.
Es una buena noticia para los astrobiólogos. Sin embargo, en los últimos años, los cazadores de planetas han comprendido que no hay razón para limitar la búsqueda a las estrellas parecidas a nuestro Sol. «Cuando estaba en el instituto, nos enseñaban que la Tierra orbita en torno a una estrella corriente –dice David Charbonneau, astrónomo de Harvard–. Pero eso no es cierto.» De hecho, alrededor del 80 % de las estrellas de la Vía Láctea son cuerpos pequeños, fríos, tenues y rojizos, denominados enanas M. Si un planeta semejante a la Tierra orbitara en torno a una enana M a la distancia justa (mucho más cerca que la Tierra del Sol para evitar el frío excesivo), podría ser tan acogedor para el desarrollo de la vida como un planeta igual a la Tierra que gire en torno a una estrella parecida a nuestro Sol.
Además, actualmente los científicos creen que un planeta no tiene por qué ser del mismo tamaño que la Tierra para ser habitable. «En mi opinión –dice Dimitar Sasselov, otro astrónomo de Harvard–, cualquier medida entre una y cinco veces la masa de la Tierra sería ideal.» En pocas palabras, la variedad de planetas habitables y las estrellas en torno a las cuales podrían orbitar probablemente es mucho mayor que la establecida por la conservadora apreciación de Drake y sus colegas en la conferencia de 1961.
Y eso no es todo. Resulta que la gama de temperaturas y ambientes químicos donde podrían proliferar organismos extremófilos también supera con mucho las expectativas más optimistas de los asistentes a la conferencia de Drake. En la década de 1970 oceanógrafos como Robert Ballard descubrieron las chimeneas hidrotermales: fisuras del fondo oceánico de las que mana agua a elevadísimas temperaturas y en cuyo entorno se desarrolla un variado ecosistema de bacterias que se alimentan de sulfuro de hidrógeno y otras sustancias químicas disueltas en el agua, y que a su vez son el sustento de otros organismos. También se han hallado formas de vida en fuentes termales y en los gélidos lagos situados a cientos de metros de profundidad bajo el manto de hielo antártico, así como en medios extremadamente ácidos, alcalinos, salados o radiactivos, e incluso en grietas diminutas de rocas situadas a un kilómetro o más de profundidad. «En la Tierra son nichos aislados –dice Lisa Kaltenegger, que trabaja en Harvard y en el Instituto Max Planck de Astronomía–. Pero no sería descabellado pensar que en otro planeta alguna de esas condiciones fuera la dominante.»
El factor que según los biólogos es esencial para la existencia de vida tal como la conocemos es el agua en estado líquido: un poderoso solvente capaz de transportar los nutrientes disueltos a todas las partes de un organismo. En lo que se refiere a nuestro sistema solar, sabemos desde la misión de la sonda Mariner 9 a Marte en 1971 que en el pasado fluyó el agua por la superficie del planeta rojo. Por lo tanto, es posible que haya existido allí la vida, al menos en forma microbiana, y puede que aún queden vestigios de aquellas formas de vida en el subsuelo, donde quizá sea posible encontrar agua en estado líquido. Europa, la luna de Júpiter, presenta grietas en su superficie helada, y relativamente joven, lo que indica que bajo el hielo hay un océano de agua líquida. Al encontrarse a 800 millones de kilómetros del Sol, el agua de Europa debería estar totalmente congelada. Sin embargo, parece que se mantiene en estado líquido gracias al calor generado por las mareas provocadas por el tirón gravitatorio de Júpiter y de otras lunas jovianas. En teoría, bajo los hielos de Europa podría existir vida.
En 2005, la sonda Cassini de la NASA localizó chorros de agua eyectados de la superficie de Encélado, un satélite de Saturno. Mediciones realizadas más tarde por la nave y dadas a conocer en abril de este año confirman que también allí podría haber una fuente subterránea de agua. Sin embargo, los científicos aún no saben cuánta agua puede haber bajo la costra helada de Encélado, ni si ha permanecido en estado líquido durante el tiempo suficiente como para permitir la existencia de la vida. En la superficie de Titán, el satélite más grande de Saturno, hay ríos, lagos y lluvia. Pero el ciclo meteorológico de esta luna se basa en hidrocarburos líquidos, como el metano y el etano, no en el agua. Puede que allí haya alguna forma de vida, pero es muy difícil imaginar cómo será.
Marte es mucho más parecido a la Tierra que cualquiera de esas lunas distantes, y está mucho más cerca. La búsqueda de vida ha inspirado casi todas las misiones al planeta rojo. El Curiosity de la NASA está explorando actualmente el cráter Gale, donde hace miles de millones de años hubo un lago enorme y el ambiente químico pudo ser acogedor para los microbios, si existieron.
Una cueva en México no es Marte, por supuesto, ni un lago en el norte de Alaska es Europa. Pero la búsqueda de vida extraterrestre ha llevado a Kevin Hand, astrobiólogo del JPL, y a los otros miembros de su equipo, entre ellos John Leichty, al lago Sukok, en Alaska. La misma indagación ha hecho que Penelope Boston y sus colegas visiten en múltiples ocasiones la venenosa cueva de Villa Luz, cerca de Tapijulapa, en México. En ambos sitios los investigadores han puesto a prueba nuevas técnicas para detectar signos de vida en ambientes que a grandes rasgos son similares a lo que podrían encontrar las sondas espaciales. En particular, buscan biofirmas, es decir, signos visuales o químicos de la presencia de vida pasada o presente.
Consideremos por ejemplo la cueva mexicana. Gracias a las sondas orbitales sabemos que en Marte hay cuevas, y precisamente en esos lugares es donde podrían haberse refugiado los microbios cuando el planeta empezó a perder la atmósfera y el agua superficial hace unos 3.000 millones de años. Esos habitantes de las cuevas marcianas habrían tenido que sobrevivir con una fuente de energía diferente de la luz solar, como hacen estas gotas que exudan las paredes de la cueva mexicana y que tanto fascinan a Boston. Los científicos denominan a estas formaciones mucosas snottites. En la cueva hay miles, con longitudes que van de un centímetro a más de medio metro. En realidad son biopelículas, comunidades de microorganismos unidos en una masa viscosa.
Los microbios de las snottites son quimiótrofos, me explica Boston. «La oxidación del sulfuro de hidrógeno es su única fuente de energía, y la producción de esta especie de moco es parte de su estilo de vida.»
Las snottites son solo una de las diversas comunidades microbianas presentes en la cueva. Boston, del Instituto de Minería y Tecnología de Nuevo México y del Instituto Nacional de Investigación de Cuevas y Formaciones Cársticas, afirma que debe de haber alrededor de una docena de comunidades diferentes de microbios en la cueva. «Cada una tiene un aspecto físico distintivo, y cada una aprovecha diferentes sistemas de nutrientes.»
Una de esas comunidades es particularmente interesante para la microbióloga y sus colegas. No forma goterones ni burbujas, pero produce dibujos en las paredes de la cueva: puntos, líneas e incluso redes de líneas que casi parecen jeroglíficos. Los astrobiólogos han bautizado esos dibujos con el nombre de biovermiculaciones, término derivado de la palabra «vermicular», que significa «semejante a un gusano».
Se ha observado que los microorganismos presentes en las paredes de la cueva no son los únicos que producen trazos como estos. «Pueden verse en diferentes escalas, por lo general en lugares donde escasea algún recurso», dice Keith Schubert, ingeniero de la Universidad Baylor especializado en sistemas de obtención de imágenes que acudió a la cueva de Villa Luz para instalar cámaras que permitan monitorizar a largo plazo el interior de la caverna. Según él, las hierbas y los árboles de las regiones áridas también crean motivos biovermiculares. Y lo mismo puede decirse de las costras biológicas, comunidades de bacterias, musgos y líquenes que cubren el suelo de los desiertos.
Si esta hipótesis se confirma, Boston, Schubert y otros científicos que están documentando las biovermiculaciones pueden haber hallado un elemento de importancia crucial. Hasta ahora, muchos de los marcadores de vida que han buscado los astrobiólogos son gases, como el oxígeno producido por algunos organismos terrestres. Pero el tipo de vida que produce una biofirma de oxígeno puede ser solo uno entre muchos.
«Lo que me entusiasma de las biovermiculaciones es que las hemos visto en muchas escalas diferentes y en ambientes totalmente distintos –dice Boston–, y aun así el carácter de los dibujos es muy similar.» Schubert y ella creen muy probable que esos patrones, basados en sencillas reglas de crecimiento y competencia por los recursos, sean literalmente una firma universal de la vida. En las cuevas, además, los trazos permanecen, incluso cuando las comunidades microbianas mueren. Si un vehículo de exploración encontrara algo así en las paredes de una cueva marciana, «sabríamos hacia dónde dirigir la atención», dice Schubert.
En la otra punta de américa del Norte, los científicos e ingenieros que tiritan de frío en el lago Sukok tienen una misión similar. Trabajan en dos puntos diferentes del lago: uno de ellos junto a un núcleo de tres pequeñas tiendas de campaña que los científicos han bautizado como «Nasaville», y el otro, con una sola tienda, más o menos a un kilómetro de distancia. Como el metano que sube burbujeando desde el fondo del lago agita el agua, hay algunos puntos donde no se forma hielo. Por eso los científicos tienen que dar un largo rodeo cuando se desplazan en motos de nieve de un campamento a otro.
El metano fue lo primero que atrajo a los científicos al Sukok y otros lagos cercanos de Alaska en 2009. Se trata de un hidrocarburo gaseoso muy corriente generado por unos microorganismos que descomponen la materia orgánica y que reciben el nombre colectivo de metanógenos. La presencia de metano podría ser, por lo tanto, otra de las biofirmas que los astrobiólogos podrían buscar en otros mundos. Pero este gas también puede proceder de erupciones volcánicas y otras fuentes no biológicas, y se forma de manera natural en la atmósfera de planetas gigantes como Júpiter y en satélites como Titán. Por eso es crucial para los científicos distinguir entre el metano biológico y el de origen no biológico. Cuando el objeto de interés es el helado satélite Europa, como le sucede a Kevin Hand, el lago Sukok, rico en metano y con la superficie helada, no es un mal lugar para empezar.
Hand, Explorador Emergente de National Geographic, prefiere Europa a Marte como terreno para la astrobiología por una razón. Supongamos que vamos a Marte, explica el astrobiólogo, y encontramos en el subsuelo organismos vivos basados en el ADN, como la vida en la Tierra. Eso podría significar que el ADN es una molécula universal de la vida, lo que sin duda es posible. Pero también podría querer decir que la vida en la Tierra y la vida en Marte tienen un origen común. Sabemos con certeza que algunas rocas arrancadas de la superficie de Marte por impactos de asteroides han acabado en la Tierra, y también podría ser que fragmentos rocosos de la Tierra hayan ido a parar a Marte. Si esas rocas viajeras llevaban en su interior microorganismos capaces de sobrevivir al trayecto, lo cual cabe dentro de lo posible, entonces pudieron sembrar la vida en el planeta de destino. «Si se descubre que la vida en Marte está basada en el ADN –dice Hand–, no podremos saber si estamos o no ante un origen independiente del ADN.» Pero Europa está muchísimo más lejos. Si encontráramos vida en ese satélite, tendríamos que pensar que se originó de forma independiente, aunque también esté basada en el ADN.
Europa parece reunir los ingredientes básicos para la vida. Hay agua líquida en abundancia, y es posible que en los fondos oceánicos haya chimeneas hidrotermales similares a las de la Tierra que podrían aportar los nutrientes necesarios para cualquier forma de vida que pueda existir allí. En la superficie, este satélite recibe periódicamente el impacto de cometas, cargados de compuestos químicos orgánicos que también podrían servir de base para la vida. Las partículas de los cinturones de radiación de Júpiter disocian el hidrógeno y el oxígeno del hielo, formando toda una serie de moléculas que los organismos vivos podrían utilizar para metabolizar los nutrientes químicos de las fuentes hidrotermales.
El gran enigma es cómo podrían esas sustancias químicas atravesar la capa de hielo, que probablemente tiene entre 15 y 25 kilómetros de grosor. Las misiones Voyager y Galileo revelaron que el hielo está lleno de grietas. A principios de 2013, Hand y el astrónomo Mike Brown, del Caltech, utilizaron el telescopio Keck II para demostrar que las sales del océano de Europa posiblemente se están abriendo paso hasta la superficie, quizás a través de algunas de esas grietas. Posteriormente, ese mismo año, otro equipo de observadores, empleando esta vez el Telescopio Espacial Hubble, detectó penachos de agua líquida en el polo sur del satélite. Evidentemente, los hielos de Europa no son impenetrables.
Todo esto hace que la idea de enviar una sonda orbital a Europa sea cada vez más atractiva. Por desgracia, la misión que el Consejo Nacional de Investigación de Estados Unidos evaluó en su informe de 2011 fue considerada demasiado costosa: el presupuesto era de 4.700 millones de dólares. Entonces un equipo del JPL dirigido por Robert Pappalardo volvió a empezar de cero y rediseñó la misión. La sonda Europa Clipper orbitaría Júpiter, y no Europa, ahorrando así mucho combustible y dinero, pero sobrevolaría unas 45 veces el satélite, lo que permitiría estudiar su química superficial y atmosférica, y también de forma indirecta la química de su océano.
Según Pappalardo, la misión rediseñada costaría menos de 2.000 millones de dólares a lo largo de toda su vida útil. Si finalmente se aprueba, «esperamos que el lanzamiento tenga lugar entre comienzos y mediados de la década de 2020». Si para el lanzamiento se usa un cohete Atlas V, el viaje a Europa durará unos seis años. «Pero también es posible –añade– que podamos lanzar la sonda con el SLS, el nuevo sistema de lanzamiento espacial que está desarrollando la NASA. Es un cohete muy grande, con el que podríamos llegar en 2,7 años.»
Es poco probable que la Clipper sea capaz de encontrar vida en Europa, pero puede ayudar a abrir el camino para el envío de un módulo de aterrizaje que explore la superficie y estudie su composición química, como se hace en Marte con los todoterrenos. La Clipper también podría buscar los mejores sitios para aterrizar. El siguiente paso lógico, tras el módulo de aterrizaje, sería enviar una sonda para explorar el océano, lo cual, según el grosor de la capa de hielo, podría ser mucho más complicado. Como alternativa, los científicos de la misión podrían tratar de localizar un lago contenido dentro de la capa de hielo, cerca de la superficie. «Cuando esa sonda de exploración subacuática entre por fin en funcionamiento –dice Hand–, en términos evolutivos será como haber llegado a la fase de Homo sapiens, mientras que ahora, haciendo pruebas en Alaska, estamos en la de Australopithecus.»
El vehículo relativamente tosco que Hand y su equipo están probando en el lago Sukok se desplaza bajo una capa de 30 centímetros de hielo. Su flotabilidad lo mantiene firmemente adherido a la cara inferior de la costra helada, donde sus sensores miden la temperatura, la salinidad, el pH y otras características del agua. Pero no busca directamente organismos. Esa misión corresponde a los científicos que trabajan al otro lado del lago. Uno de ellos es John Priscu, de la Universidad del Estado de Montana, quien el año pasado extrajo bacterias vivas del lago subglacial Whillans, 800 metros por debajo del manto de hielo de la Antártida Occidental. Junto con la geobióloga Alison Murray y la estudiante de posgrado Paula Matheus-Carnevali, Priscu investiga qué características deben tener los ambientes gélidos para acoger vida y qué tipos de organismos viven en ellos.
Por muy valioso que sea el estudio de los organismos extremófilos, solo puede proporcionar indicios terrestres para un misterio extraterrestre. Muy pronto, sin embargo, dispondremos de otro medio para rellenar las lagunas de la ecuación de Drake. La NASA ha aprobado un nuevo telescopio cazador de planetas, el Satélite de Búsqueda de Exoplanetas en Tránsito (TESS, por sus siglas en inglés), cuyo lanzamiento está previsto para 2017. El TESS buscará planetas en torno a las estrellas más cercanas y localizará candidatos para que los astrofísicos intenten detectar biofirmas gaseosas en las atmósferas planetarias. El Telescopio Espacial James Webb, cuyo lanzamiento está previsto para 2018, facilitará en gran medida esas investigaciones.
Algunos astrobiólogos están considerando incluso una posibilidad que parece más propia de la ciencia ficción. Todo el estudio de las biofirmas y los organismos extremófilos parte de la base de que la vida en otros planetas, como la vida en la Tierra, utilizará el agua como solvente y estará basada en moléculas complejas que incorporen el carbono como parte esencial de su estructura. Una de las razones de ese punto de vista es que el carbono y el agua abundan en toda la Vía Láctea. La otra es que no sabemos cómo buscar formas de vida que no estén basadas en el carbono, ya que no conocemos sus biofirmas.
«Si limitamos de ese modo nuestra investigación, podríamos fracasar –advierte Sasselov, de Harvard–. Tenemos que hacer un esfuerzo para comprender por lo menos algunas de las alternativas y determinar cuáles serían sus biofirmas atmosféricas.» Así pues, su equipo en Harvard está buscando biologías alternativas que podrían existir en mundos distantes, donde, por ejemplo, el ciclo del azufre podría reemplazar al del carbono, que domina la biología terrestre.
Como telón de fondo de toda esta investigación se mantiene el proyecto que puso en marcha la astrobiología hace más de medio siglo. Frank Drake continúa buscando señales extraterrestres, un descubrimiento que superaría a cualquier otro. Aunque lamenta que casi toda la financiación de los proyectos SETI se haya cancelado, está entusiasmado con un flamante proyecto que intentará detectar destellos de luz procedentes de civilizaciones extraterrestres. «Tiene sentido probar todos los enfoques posibles –dice–, porque no tenemos ni idea de lo que los extraterrestres podrían estar haciendo realmente.»
nationalgeographic.com
Lluvias de estrellas por partida doble
En los próximos días podremos disfrutar de un fenómeno astronómico prácticamente único: dos lluvias de estrellas en una misma noche. El momento clave en el que se producirá el máximo de actividad de las dos lluvias de meteoros será la noche del martes 29 de julio al miércoles 30 de julio.
Tenemos la suerte de que las Delta Acuáridas Sur vendrán acompañadas de las Alfa Capricórnidas. Las primeras procederán de un cuerpo celeste que no pertenece al sistema solar, el cometa 96p/Machloz 1, que cada 5,24 años se aproxima al Sol, y el hecho de que sus partículas lleguen a las proximidades de la Tierra se debe a que son lanzadas desde otra estrella hacia nosotros. Sin embargo, poco se sabe de este cometa: que tiene 6 kilómetros de diámetro y que es bastante rápido (se acerca al Sol a 18,4 millones de kilómetros).
Uno de los detalles interesantes de los meteoritos que podremos ver gracias a este cometa, es que debido a la poca velocidad con la que chocan con nuestra atmósfera, podremos ver no solo un destello, sino una trayectoria luminosa, muchos de ellos con estelas, que podrán observarse durante algunos segundos o incluso minutos.
Los expertos estiman unos 15 o 20 meteoros visibles por hora, pero podemos encontrarnos con picos superiores. El espectáculo será visible desde cualquier parte del mundo, aunque mucho mejor desde el hemisferio sur.
Por otro lado, las Alfa Capricónidas no representan una lluvia de estrellas muy copiosa pero, debido a que se unirán a las Delta Acuáridas Sur, la suma de ambas nos asegura un espectáculo increíble. Al igual que con las otras, los meteoros de las Alfa Capricórnidas, que proceden del cometa 169P/NEAT, son grandes, lentos, con trayectorias largas y brillantes, por lo que es posible que puedan iluminar incluso el suelo, lo que se denomina como “bola de fuego”.
muyinteresante.es
viernes, 25 de julio de 2014
Buzz Aldrin describe su encuentro con un OVNI durante la misión Apolo 11
En 1958 la NASA fue creada para comenzar una carrera espacial a contrarreloj. Los primeros astronautas eran pilotos de prueba con más de 1.000 horas de vuelo y con las mejores notas académicas de sus promociones. Los primeros vuelos espaciales no estuvieron exentos de polémica, ya que el 20 de febrero de 1962 el astronauta John Glenn informó sobre tres extraños objetos que lo seguían a varias velocidades, además de informar de diferentes fenómenos como puntos brillantes de luz.
Esto solo sería el principio de una gran cantidad de avistamientos ovni por parte de los mejores astronautas de todo el mundo. Incluso en diciembre de 1965 los astronautas James A. Lovell y Frank Borman reportaron un avistamiento ovni. Pero quizás uno de los encuentros ovni más sorprendentes fue el ocurrido durante la misión Apolo 11.
Y recientemente Buzz Aldrin, el ingeniero y astronauta estadounidense, y la segunda persona en caminar sobre la Luna durante el alunizaje del Apolo 11, participó en una charla atreves de Reddit promocionando del 45 aniversario del alunizaje del Apolo 11. Además de hablar de los primeros humanos en Marte el también comentó un tema muy controvertido: el avistamiento de un ovni durante la misión.
El avistamiento ovni de Aldrin
Según informaron diversos medios de comunicación, en una entrevista en el “Science Channel” en 2005, el astronauta Buzz Aldrin, de 84 años, dijo que la tripulación de la famosa misión Apolo 11 avistó un ovni mientras se dirigían a la Luna. Sin embargo, poco después el propio Aldrin dijo que sus palabras fueron sacadas de contexto, desmintiendo así el controvertido avistamiento.
Para muchos esta revelación significaba que Aldrin sabía mucho más de la presencia extraterrestre en el espacio de lo que realmente podía compartir. Las extrañas declaraciones de Aldrin quedaron en el olvido y sus palabras únicamente han estado presentes en páginas y foros relacionados con las conspiraciones extraterrestres.
Pero el pasado 8 de julio, Aldrin volvió a reabrir el debate sobre el misterioso avistamiento ocurrido durante la misión Apolo 11. Aldrin quiso aclarar lo que vio durante las preguntas en Reddit.
“Yo observé una luz por la ventana que parecía moverse a nuestro lado”, dijo Aldrin. “Hubo muchas explicaciones de lo que podría ser, una nave espacial de otro país o de otro mundo, que era nuestro cohete que se había separado, o los cuatro paneles que se alejaron cuando se extrajo el módulo de aterrizaje del cohete y estábamos cara a cara con las dos naves. Así que en las inmediaciones, alejándose, había cuatro paneles. En ese momento me sentí absolutamente convencido de que se trataba del reflejo del sol en uno de esos paneles. ¿Cuál? No lo sé. Así que, técnicamente, la definición podría ser ‘no identificado’. La verdad es que no sabíamos bien lo que era. Y cuando volvimos, explicamos exactamente lo que habíamos observado. Y yo sentía que esto debía explicarlo al resto del mundo. Años después, tuve mi oportunidad para revelar lo que vi en una entrevista, en una cadena de televisión de otro país. Y entonces muchas personas amantes de los ovnis en los Estados Unidos se enfadaron conmigo, porque yo no les había informado antes.”
Buzz Aldrin, de 84 años.
Esta vez Aldrin quiso ser más cauteloso con sus declaraciones, y no quiso admitir que se tratara de un objeto de origen extraterrestre.
“Las observaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias”, añadió Aldrin. “Es muy posible que existan seres extraterrestres inteligentes en nuestra galaxia, la Vía Láctea, ya que hay miles de millones de otras galaxias. Es casi seguro que haya vida en algún lugar del espacio. No ha sido ni tan especial ni tan inusual que la vida aquí en la tierra evolucionara gradualmente, poco a poco, a donde nos encontramos hoy.”
Un gran encubrimiento gubernamental
Sin lugar a dudas las declaraciones de Aldrin sugieren que existe una gran evidencia de que la NASA participa en un encubrimiento oficial por parte del gobierno y militares de los EE.UU sobre el tema ovni. Ya son muchos los ex astronautas que han relatado sus experiencias y encuentros con ovnis, extraños objetos que se acercan a sus naves espaciales.
Poco a poco se está levantando el velo del secretismo mediante la publicación de informes oficiales relacionados con el tema ovni. Parece ridículo sugerir que pilotos profesionales altamente capacitados con experiencia en el espacio, en la luna y en la órbita terrestre se inventan historias de sus encuentros con lo inexplicable. Aunque todo parece indicar que estamos a las puertas de algún tipo de contacto extraterrestre que cambiará la mentalidad de toda la humanidad.
mundoesotericoparanormal.com
jueves, 24 de julio de 2014
El impresionante video de un Ovni -misil formando una cruz celestial en Rusia
Una especie de imagen (o hoax) divina apareció en marzo en Rusia en el lanzamiento de un mísil ¿Simple casualidad, engaño para las masas, o epifanía?
pijamasurf.com
Los mensajes extraterrestres de Nikola Tesla
El brillante inventor serbio creyó recibir una comunicación extraterrestre al final del siglo 19.
Son muchas las invenciones de Nikola Tesla que la historia oficial atribuye a otras personas o desdeña, entre ellas la radio
y posiblemente la primera máquina para buscar inteligencia
extraterrestre. Tesla, el genio serbio que dio al mundo la corriente
alterna y logró robar la chispa eléctrica del cielo, murió sin el
reconocimiento de los libros de historia, en la pobreza, sólo con sus
palomas y sus papeles en el New York Hotel. Existe cierta polémica sobre
el caso, pero aparentemente al morir el FBI requisó sus documentos entre
los que se delineaban numerosas invenciones, posible tecnología
secreta, incluyendo una versión de su famoso transmisor inalámbrico que
podía dirigir ondas de radio focalizadas a puntos distantes del sistema
solar.
Si bien la genialidad de Tesla es
indiscutible, algunas personas cuestionan si en ocasiones su inventiva
no llegaba a la megalomanía o al delirio. El interés de Tesla por
desarrollar cosas como un rayo de la muerte o una máquina de energía
libre gratuita utilizando la energía cósmica aunado al lenguaje cargado
de misticismo que solía utilizar, más la posible incautación de sus
archivos por parte del FBI, ha hecho que se generen innumerables teorías
de conspiración sobre la tecnología desarrollada por Tesla, hasta el
punto de que se habla de su participación en proyecyos clasificados como
el Experimento Filadelfia o el Proyecto Montauk, supuestamente
relacionados con tecnología para hacer invisible la materia o viajar en
el tiempo (los cuales parecen ser hoaxes). Lo que si es verdad es que
Tesla estuvo interesado a lo largo de su vida en desarrollar tecnología
para contactar inteligencias extraterrestres y creyó en por lo menos una
ocasión haber detectado una señal extraterrestre.
Desde 1896 Tesla creyó que una versión
de su famoso transmisor amplificador inalámbrico podía servir para
contactar seres inteligentes en Marte. En el verano de 1899,
trabajando en su laboratorio de Colorado Springs, Tesla creyó observar
una serie de códigos numéricos en señales cósmicas de radio, las cuales
interpretó como una señal de inteligencia proveniente de Marte o de
Venus “La sensación creciente de que he sido el primero en escuchar el
saludo de un planeta a otro”.
Un año después cuando la Cruz Roja le
pidió que hiciera una predicción sobre cuál sería el más grande
descubrimiento del hombre en el siglo XX, Tesla escribió:
He observado
acciones eléctricas, que parecen inexplicables. Vagas e inciertas como
fueron, me dieron una profunda convicción y una preciencia, de que no
falta mucho para que los humanos en este planeta, unidos, tornen sus
ojos al firmamento, con sentimientos de amor y reverencia, entusiasmados
por las felices noticias: “¡Humanidad! Tenemos un mensaje de otro
mundo, desconocido y remoto. Se lee: uno… dos… tres…
Tesla no fue el único en creer escuchar
señales extraterrestres. Marconi, quien la historia ha preferido como el
inventor de la radio, pese a que Tesla lo patentó un par de años antes,
también creyó haber sintonizado señales marcianas –algo que pronto fue
desestimado como una simple interferencia. El caso de Tesla fue más
complejo y algunos creen que pudo haber recogido tormentas eléctricas
producidas por la magnetósfera de Júpiter.
En un texto que apareció en el New York
Times en 1937, Tesla anunció que había perfeccionado “un nuevo y
compacto aparato por el cual considerables cantidades de energía pueden
ser dispradas a través del espacio interestelar a cualquier distancia
sin la menor dispersión”.
Esto podría ser parte de lo que la
leyenda ha llamado el “Teslascopio”, principalmente debido a la
divulgación de Arthur Matthews, protegido de Tesla, que sostenía haber
sido visitado por seres venusinos, lo cual para muchas personas puede
deslegitimar su credibilidad. Matthews incluso dibujó un diagrama de
este aparato y lo discutió con el científico Andrija Puharich, famoso
por su interés en la parapsicología y en el tema de extraterrestres
vinculado al Council of Nine.
Al final es difícil determinar el
alcance de la tecnología desarrollada por Tesla. Algunos creen que sus
invenciones han sido utilizadas por el gobierno –incluyendo posiblemente
como prototipo de HAARP– otros creen que muchas de sus proyectos al
final de su vida eran irrealizables, sueños cósmicos afincados en el
éter o en un poder mesmérico de la electricidad. De cualquier forma la
historia de Tesla es fascinante y merece investigarse con mayor
profundidad.
pijamasurf.com
lunes, 21 de julio de 2014
Informe del FBI: seres gigantes visitan la Tierra
En abril de 2011, el mundo entero se vio asombrado por una histórica desclasificación de archivos secretos por parte del FBI, relacionados con los ovnis y los extraterrestres. Por aquel entonces, la gente se asombraba con algunas de las historias, como aquella que hablaba acerca del incidente Roswell, la cual recibió tantas visitas en el portal web del citado organismo policial, que dos años más tarde se vieron obligados a referirse a esa publicación en particular .
En 2013, un nuevo artículo causó el asombro de muchos, aunque no tuvo tanta incidencia en los medios de comunicación como el anterior. Con el nombre de “Giant interdimensional beings are visiting the Earth according to the FBI and they do not come from any planet!” (“¡Seres gigantes interdimensionales están visitando la Tierra según el FBI y no vienen de ningún planeta!”) el texto habla sobre unas extrañas entidades que no vendrían de otros planetas, sino desde otras densidades, y que pueden materializarse a voluntad.
Se trata de un informe enviado el 8 de julio de 1947 al entonces Director del FBI, John Edgar Hoover por un agente especial, con grado de Teniente Coronel, cuya identidad ha sido borrada. Allí se menciona un reporte periodístico de la época referido a un avistamiento OVNI en donde el testigo principal habría sido interrogado (muy probablemente por oficiales del FBI) en algunas cuestiones muy específicas.
Aquí un extracto de las conclusiones del agente tras entrevistar al testigo:
1. Algunas partes de la nave (avistada) llevaban pasajeros y otras eran operadas a control remoto.
2. La misión es pacífica. Los “visitantes” planean quedarse en el planeta.
3. Los “visitantes” son como los seres humanos, pero mucho más grandes en tamaño (altura).
4. No encarnan en terrícolas, sino que vienen de su “propio mundo”.
5. No vienen de “otro planeta” como nosotros referimos, sino de un “mundo etéreo” que se interpenetra con el nuestro sin nuestra percepción.
6. Los cuerpos de los visitantes, e incluso las “naves”, se materializan al entrar en vibración con la materia densa de la Tierra.
7. Los discos (naves) poseen energía radiante y rayos que pueden desintegrar fácilmente cualquier otra “nave” y para reingresar al campo etérico simplemente desaparecen de nuestra visión sin dejar rastro alguno.
8. La región de donde vienen NO es un “plano astral”, corresponden al “Lokas o Talas” (los estudiantes esotéricos comprenderán éstos términos).
9. No utilizan sistema de radio, pero probablemente usan un sistema de radar que les permite divisar el lugar de apertura (materialización). (¿GPS?).
Los “errantes”
Seguramente, muchas dudas surgen ahora tras leer estas líneas, pero se estará preguntando por la naturaleza de estos seres. Si no pertenecen al mundo físico como nosotros, ¿qué son entonces?
De acuerdo a algunas páginas webs esotéricas, los seres interdimensionales a los que se refiere el informe del FBI, son entidades que habiendo progresado en su nivel evolutivo, deciden regresar a densidades inferiores, con el único propósito de ayudar en los procesos de transición de los lugares en los que encarnan.
Los también llamados “errantes”, serían tanto “buenos” (servicio a los demás) como “malos” (servicio a sí mismos), y volverían a nuestro nivel de 3D para tratar de fomentar sus propósitos (ascendernos de nivel o mantenernos acá).
En el caso de los seres positivos, su propósito no sólo sería ayudarnos a encarnar en un nivel superior, sino para trabajar, enseñar o ayudar “desde dentro”, ya que las normas del libre albedrío sugieren la no intervención externa, de manera que para auxiliarnos espiritualmente, deben encarnar en las mismas condiciones que tenemos nosotros.
¿Le parece falso o auténtico el documento que aparece en la página del FBI? ¿Cree en la existencia de este tipo de seres?. (Fuente: Guioteca.com).
diario26.com
domingo, 20 de julio de 2014
Continúa la investigación sobre el artefacto de Antikythera-Tecnologia extraterrestre?
Se ha iniciado una nueva búsqueda sobre lo que se conoce como el artefacto más antiguo de la historia en Antikythera, la isla del mar Egeo. Los restos del naufragio se encuentran a 60 metros de profundidad en aguas extremadamente frías, rocosas y con corrientes de agua arremolinadas. En 1978 el explorador marino Jacques Cousteau pasó unos días en el lugar del naufragio consiguiendo algunos objetos pequeños de gran valor, incluyendo monedas de Asia Menor (actual Turquía) , lo que sugirió que el barco zarpó de Grecia alrededor del año 60 o 70 a.C. (probablemente con un botín de guerra de las colonias griegas de regreso a Roma). Pero incluso los buceadores de Cousteau solo podían pasar unos breves periodos de tiempo en el fondo del mar poniendo en riesgo sus vidas. Nadie ha vuelto desde entonces para realizar la investigación del misterioso hallazgo. Según Angeliki Simosi, Directora de la Agencia Griega para la Arqueología Submarina:
“Esta es una zona inexplorada del fondo marítimo debajo de la ruta comercial conocida desde la antigüedad. Este es un territorio completamente virgen”.
El equipo griego de investigación es asistido por Brendan Foley, un arqueólogo marino del Instituto Oceanográfico Woods Hole en Massachusetts, que ha ayudado en otras investigaciones a identificar antiguos naufragios en los últimos cinco años. Foley utilizará vehículos submarinos autónomos para rastrear el fondo marino y dispondrán de un equipo de respiración por oxigeno parcialmente reciclado que permitirá a los investigadores sondear las profundidades previamente inaccesibles durante mas tiempo. La operación, financiada conjuntamente por el Estado griego y Woods Hole, finalizará en principio el 22 de octubre.
El mecanismo Antikythera, el ordenador de la antigua Grecia
Los antiguos griegos fueron los responsables de muchos inventos asombrosos y maravillosos como la catapulta y la cámara oscura. Ellos inventaron el astrolabio, un precursor del sextante, que ayudó a la navegación marítima, midiendo el ángulo entre el horizonte y el sol u otros cuerpos celestes. A finales del siglo I a.C., se inventó el odómetro, el cual media la distancia de un carro o carruaje que viajaba. Estamos hablando que los Griegos eran tecnológicamente muy avanzados, pero a principios del siglo 20, los historiadores se sorprendieron al conocer de que los pensadores griegos habrían podido construir un sofisticado ordenador analógico sin dejar constancia de su existencia. Lo que hace a uno realizarse muchas preguntas como, ¿Por qué no escribieron sobre su invención? ¿Estamos seguros de que fue nuestra civilización quien creó este ordenador?
El descubrimiento
En 1900, un barco pesquero de esponjas con buceadores griegos se encontraba cerca de la pequeña isla de Antikythera. Se acercaba una tormenta, decidieron anclar el barco y buscar esponjas en la zona. Lo que encontraron fue mucho mas sorprendente, un barco naufragado en el fondo del mar de unos 42 metros. Volvieron al lugar con un barco de la Armada Griega, los buzos recuperaron muchos artefactos de la embarcación hundida, incluyendo mármol y estatuas de bronce. Los arqueólogos que examinaron las piezas y otros elementos dataron el naufragio en torno al año 65 a.C. Pero uno de los arqueólogos observó entre las piezas encontradas lo que parecían ser unos engranajes, un descubrimiento sorprendente, el artefacto se convertiría en el mecanismo más antiguo conocido. Un examen más detallado mostró que el objeto era originalmente una caja de madera con unos 32 engranajes de bronce, con varios diales en el exterior. A través de los siglos, el bronce se había corroído, la madera se había deteriorado acumulándose grandes cantidades de calcio. Sin embargo, algunas inscripciones en las placas de bronce eran todavía legibles, y los investigadores comenzaron la complicada tarea de reconstruir el misteriosos dispositivo, sin saber lo que realmente era.
La primera descripción completa del dispositivo, basado únicamente en la inspección visual y por mediciones, fue publicada en 1959. Posteriormente las evaluaciones incluyeron detalles cruciales adicionales de rayos X y análisis de rayos gamma, entre otras técnicas. Con todos los datos disponibles, la teoría predominante en ese momento, era que el dispositivo podría ser un mecanismo de relojería, como si se hubiera diseñado para mostrar los avances y las posiciones del sol, la luna, y probablemente los cinco planetas conocidos en esos tiempos (Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno). Según los arqueólogos, podría tratarse de una computadora astronómica analógica, construido al parecer varios años antes del naufragio, muy probablemente en el 82 a.C.
El misterio continúa
Según los historiadores, en el momento de la construcción del mecanismo de Antikythera, los griegos todavía creían que el universo giraba alrededor de la Tierra. Así que para hacer este artefacto, su diseñador tuvo que inventar mecanismos totalmente desconocidos para esos tiempos, ya que en cuanto al conjunto del dispositivo, no se tenia constancia de su existencia hasta alrededor del año 1000 d.C. Otros de los grandes misterios vertidos sobre este artefacto era que los antiguos griegos tenían un gran conocimiento teórico avanzado sobre la astronomía, la física y las matemáticas, pero se sabe que tenían pocas habilidades para la aplicación práctica y diseños de mecanismos. En los antiguos escritos, Cicerón mencionó la existencia de un dispositivo construido por Posidonio, que en cada revolución reproducía los mismos movimientos del sol, la luna y los cinco planetas. Pero como no hubo evidencia de este dispositivo, nadie le dio ningún tipo de importancia.
Nadie sabe a ciencia cierta quien o que creó el dispositivo, ni se sabe cuál era el objetivo de su uso. En los últimos años algunas teorías sugirieron que el extraño artefacto podría haber sido una ayuda a la navegación, pero las últimas investigaciones han desacreditado esta teoría. Pero aparte de las teorías el mayor misterio que rodea al mecanismo de Antikythera es porqué todos los registros de esta tecnología desaparecieron. Seguramente esto podría indicar la existencia de otros dispositivos desconocidos por el hombre. Pero otros indicios podrían señalar que podríamos estar delante de tecnología extraterrestre, aunque esto último con total seguridad será descartado o desacreditado.
MESParanormal
Descubren en la India pinturas rupestres de hace 10.000 años con ovnis y extraterrestres representados
El pasado mes de mayo la NASA hizo una revelación que sorprendió a la opinión pública, sugiriendo que antiguos grabados rupestres que se encuentran en todo el mundo pueden haber sido creados por seres extraterrestres. William Edmondson, de la Universidad de Birmingham, colaboró en la elaboración del libro titulado “Arqueología, Antropología y Comunicación interestelar” y fue el responsable de sugerir la teoría del arte rupestre en la Tierra y su origen extraterrestre.
Edmondson sugirió que los antiguos grabados fueron creados por extraterrestres siendo necesario replantearse la forma en que se realiza la búsqueda de señales de otros mundos y como contactar con ellos. Esta revelación fue el inicio de como la comunidad científica abordaba el tema extraterrestre, admitiendo de una vez por todas que seres de otros mundos podrían haber venido a la Tierra miles de años antes.
Pero las sorpresas nunca vienen solas, ahora el periódico “The Times of India” ha publicado el descubrimiento de pinturas rupestres datadas en 10.000 años que representan seres extraterrestres y ovnis.
Los antiguos visitantes de la India
En el artículo publicado por “The Times of India”, afirma que el departamento de arqueología del estado indio de Chhattisgarh descubrió “pinturas rupestres de 10.000 años de antigüedad que representan extraterrestres y ovnis”. Según el artículo, el arqueólogo indio JR Bhagat ha sugerido que los indios prehistóricos tuvieron contacto con civilizaciones extraterrestres.
“Los hallazgos sugieren que los seres humanos en tiempos prehistóricos pudieron haber visto o imaginado seres de otros planetas que en la actualidad continúan creando gran curiosidad entre la gente y los investigadores. Se necesita una investigación más extensa para obtener más resultados. Chhattisgarh actualmente no tiene ningún experto que pueda dar claridad sobre el tema”, dijo Bhagat.
Las cuevas donde están representados estos curiosos humanoides se encuentran bajo el pueblo de Chandeli y Gotitola. Curiosamente, este lugar es conocido por sus leyendas que hacen mención a otros mundos. Bhagat dice que hay algunos locales que adoran estas pinturas, y también hay leyendas locales interesantes sobre criaturas que aparecen representadas en las pinturas.
Los antepasados de los locales contaban historias sobre seres llamados “gente Rohela”, que traducido significa: “Los de pequeño tamaño”. Se dice que estos seres venían del cielo mediante objetos voladores redondos y que se llevaban a los locales, para no ser vistos jamás.
“Aunque son pocos los que adoran las pinturas, otros narran historias que han oído acerca de la “gente rohela”, los de pequeño tamaño, que solían aterrizar desde el cielo en un objeto volador con forma redonda y se llevaban a una o dos personas del pueblo para nunca regresar”, explicó Bhagat.
Las pinturas en cuestión representan lo que en otros contextos arqueólogos suelen identificar como imágenes chamánicas de seres humanos, híbridos humano-animales y formas geométricas. También se puede observar una figura con un casco con astas, antenas, que parece desprender una especie de rayos cósmicos. Bhagat también afirma que las pinturas son de color natural y tienen extrañas imágenes que representan personas con trajes espaciales como atuendo.
“Las pinturas son en tonos naturales que casi se han desvanecido a pesar de los años. Las figuras extrañamente talladas parecen sostener objetos como armas y no tienen características claras… no parecen tener nariz ni boca. En algunas imágenes, incluso parecen vestir trajes espaciales”, explicó Bhgat. “No podemos refutar la posibilidad de la imaginación de los hombres prehistóricos, pero los seres humanos en la antigüedad por lo general no tenían tanta imaginación.”
Para concluir, agregó que se trata de una sorprendente coincidencia que este tipo de pinturas antiguas tengan fuerte parecido con los ovnis que aparecen en las películas de extraterrestres.
“La antena en forma de abanico y las tres patas del soporte del vehículo muestran claramente una similitud con el tipo de ovni”, concluyó Bhagat.
La investigación sobre este sorprendente hallazgo está en curso, y otros arqueólogos serán consultados para ayudar a identificar a las misteriosas criaturas y objetos en la obra de arte antigua. Está claro que ya es innegable que seres de otras civilizaciones estuvieron en la Tierra (o siempre han estado aquí) y que su presencia quedo plasmada en el arte rupestre de todo el mundo. Ahora solo cabe esperar lo que muchas personas llevan años reclamando: ¿Cuándo harán público el contacto extraterrestre?
MESParanormal
viernes, 18 de julio de 2014
EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS DE GAZA.
Este es el mundo en que vivimos, las imagenes son fuertes, pero hay
que vivir con la "realidad pegadita a los ojos" y este horror es lo que
se ve.
Recemos, no queda otra cosa por hacer........Alena
Fotos:Clarin HD
Recemos, no queda otra cosa por hacer........Alena
Fotos:Clarin HD
lunes, 14 de julio de 2014
Misterio: hallan en Siberia un crater gigante
Un impresionante foso ha sido descubierto por los pilotos de unos helicópteros que sobrevolaban la península de Yamal (Siberia Occidental). Debido a su gran tamaño y forma, puede ser que el cráter se formase por el impacto de un meteorito.
Los pilotos, que trabajan para una compañía petrolera que opera en el península, decidieron no aterrizar en una zona desconocida, pero filmaron un breve vídeo y tomaron fotos de este inusual fenómeno. Los indicios más claros que apuntan hacia el impacto de un meteorito son que alrededor del cráter se aprecia una acumulación de tierra procedente del centro del orificio y el color oscuro del agujero, que evidencia el efecto térmico sobre la tierra. (Fuente: Actualidad RT).
domingo, 13 de julio de 2014
miércoles, 9 de julio de 2014
jueves, 3 de julio de 2014
Comienzo del alineamiento cosmico
E L SER UNO
MENSAJE DE LOS HERMANOS MAYORES-AYAPLIANOS PARA EL ALINEAMIENTO CÓSMICO
COMENZARÁ EL DÍA 7 DE JULIO DE 2014 (777)
El 7 de Julio de 2014 comenzará un ALINEAMIENTO CÓSMICO, donde cuatro Dimensiones Antimateria se alinearán en la Mente Universal, la cual se prepara a crear nuevas Ideas para mandarlas al cosmos. Estas nuevas Ideas serán captadas por los Hijos-pensamientos que existen en esas dimensiones, las plasmarán y ejecutarán para la continuación eterna e infinita de El Ser Uno.
La fecha 7 de Julio de 2014 es simbólica, se apoya en el 777 número importante por su significado. El símbolo de esta fecha marca el “COMIENZO DEL ALINEAMIENTO CÓSMICO. Este tema no atañe a las alineaciones materiales de sistemas, galaxias y constelaciones conocidas por nosotros. Es un Alineamiento “Mental” pertenece a las Ideas y Pensamientos diseminados en el cosmos de la Mente Universal. Cuando decimos la palabra “Mental” nos estamos refiriendo a la Energía, o sea, son las almas que vuelven a quien las creó y les dio la vida y existencia.
Nosotros sus Hermanos Mayores-Ayaplianos, convocamos a todo ser que quiera participar. Esta fecha no solo indica que comenzará el ALINEAMIENTO CÓSMICO sino que la Unión y la Fuerza de las Energías-Pensamientos de todas las almas y Espíritus encarnados y desencarnados, podremos elevar la frecuencia de las zonas Uno y Dos del electromagnetismo. Hay miles de almas atrapadas en esas dos zonas, necesitan de nuestra ayuda para elevar su vibración y poder con ello pasar a la tercera zona y tener otra oportunidad de salvación.
Tres días antes del 7 de Julio de 2014, o sea, el 4, 5 y 6 de Julio deberán seleccionar sus alimentos y psíquicamente mantener la paz y armonía del corazón y alma. Esto lo hacemos para que la energía material y psíquica se depuren.
- Evitar comer: Carnes rojas, aves y peces.
- No comer nada derivado de animal (quesos, huevo, etc.).
- Evitar los aceites de todo tipo.
- Comer verduras, carbohidratos, frutas, menestras.
- Beber minimo 3 vasos de agua mineral sin gas por día.
- Evitar disgustos, cólera, conversaciones superfluas.
- Evitar programas de televisión y cine violentos.
- No beber bebidas alcohólicas.
- No comer alimentos muy condimentados o picantes.
- No fumar.
- No experimentar con Ayahuasca, Hongos, Marihuana etc.
- No beber bebidas gaseosas, ni colas.
- Escuchar música suave.
- Leer un buen libro.
- Meditar por lo menos 15 minutos al día.
- Vestir con colores claros.
- Si la persona está medicada, debe continuar tomando sus medicinas.
- Pueden participar en este evento, seres de todas las edades.
Nosotros sus Hermanos Mayores-Ayaplianos, haremos un trabajo en conjunto con ustedes Humanos, con los hermanos Interanos, Elohim, Seramitas y Voluntarios de la Naves, elevaremos una plegaria al universo, al Principio Único. Con ello conseguiremos transformar la energía-negativa-enferma que se encuentra en los Grados Uno y Dos del electromagnetismo.
Unidos elevaremos mentalmente millones de energías-pensamientos (almas) y con ello subiremos la frecuencia vibratoria de estas dos zonas, por lo tanto la energía del planeta Tierra subirá un peldaño. Con ello se conseguirá que los bebés que son concebidos en el transcurso del año 2014, en el comienzo del Alineamiento Cósmico - 7 de Julio de 2014 – o que nazcan en el 2014 o después del año 2014 por delante, sean almas depuradas y elevadas de la Ciudad Interna.
ELSERUNO.COM
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