El pasado 14 de febrero, justo a tiempo para San Valentín, la sonda SDO (Solar Dynamics Observatory) de la NASA fue testigo de una potente erupción solar que apuntaba directamente a la Tierra. Los instrumentos de la nave detectaron una llamarada masiva de clase X, la más potente de cuantas es capaz de emitir el Sol y la mayor detectada durante los últimos cuatro años.
Los astrónomos se prepararon para el impacto de una gran tormenta geomagnética y los expertos en "meteorología solar" predijeron que potentes chorros de partículas cargadas procedentes del Astro Rey impactarían contra el campo magnético terrestre desestabilizando los sistemas de comunicaciones y navegación en la mitad diurna del mundo.
Los expertos lo tienen claro. La tormenta fue tan debil porque las líneas del campo magnético de la llamarada solar estaban alineadas en paralelo con las del campo terrestre. Cuando el Sol envía, como hizo el pasado día 14, una enorme masa de plasma ardiente hacia nuestro mundo (lo que se conoce como una eyección de masa coronal), las partículas que la componen tienen su propio campo magnético, independiente de los de la Tierra o el propio Sol. Y resulta que los astrónomos, hoy por hoy, son incapaces de determinar la dirección del campo magnético del plasma hasta el momento mismo de su impacto contra la Tierra.
Si el campo magnético del chorro de plasma resulta ser, como fue la semana pasada, paralelo al de la Tierra, las partículas cargadas procedentes del Sol serán bloqueadas por el escudo magnético natural de la Tierra y no podrán penetrar a través de la magnetosfera. Sin embargo, una llamarada idéntica a la que se produjo el día de San Valentín, pero con un campo magnético con dirección perpendicular al nuestro, habría causado una tormenta infinitamente más fuerte.
Y habrá, sin duda, no una sino muchas "próximas veces". En efecto, se espera que durante los próximos meses se produzcan por lo menos 1.700 tormentas geomagnéticas como la de la semana pasada. Un número que se irá incrementando a medida que el Sol avance en su nuevo ciclo de actividad.
Unos años, por cierto, durante los que nuestra dependencia de la tecnología ha aumentado exponencialmente, dejándonos mucho más indefensos frente a eventos capaces de interrumpir las comunicaciones e inutilizar las centrales eléctricas de las que casi todo depende.
Por eso, los expertos están ahora más nerviosos que nunca con respecto al máximo de actividad solar que se avecina y que alcanzará su pico entre los años 2012 y 2014. El último máximo se produjo en el año 2000, y entonces la sociedad dependía mucho menos que ahora de sistemas suscetibles de quedar fuera de combate a causa de una llamarada solar más fuerte que la media.
No queda más remedio, pues, que prepararse lo mejor posible para lo que ha de venir. Como dijo Jane Lubchenco, responsable de la NOAA, durante la reunión anual de la Sociedad Americana para el Avance de las Ciencias (AAAS), celebrada el pasado sábado en Washington, "No es una cuestión de si sucederá, sino de cuándo sucederá y de cómo de fuerte será".
Pero eso sólo es el principio. Si la llamarada solar ha sido lo suficientemente fuerte, puede dar lugar a una eyección de masa coronal, una densa nube de plasma a millones de grados de temperatura y que, según su intensidad, puede tardar en llegar a la Tierra entre 18 horas y tres días. Cuando el chorro de plasma se encuentra con el campo magnético terrestre, y la orientación de su campo magnético es la adecuada, penetra a través de él y causa, por inducción, intensas corrientes eléctricas que pueden dañar, incluso inutilizar, nuestras centrales energéticas, provocando apagones y cortes en el suministro.
En la actualidad, los satélites más modernos ya están equipados con escudos capaces de resistir la primera oleada de radiación solar, y de sistemas de apagado de emergencia que permiten desconectarlos por completo hasta que el peligro haya pasado. Pero es necesario arbitrar, también, sistemas capaces de hacer lo mismo con las centrales eléctricas terrestres en caso de necesidad.
La red de satélites de vigilancia y estudio del Sol crece continuamente y, en el momento actual, nos puede dar unas veinte horas de tiempo para reaccionar. Si queremos evitar males mayores y ante la práctica imposibilidad de defenderse de tales fenómenos, deberíamos ser capaces, por lo menos, de desconectarlo todo a tiempo y esperar a que la tormenta pase…
Fuente: http://www.abc.es/
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