Sin embargo todo esto ya lo sabían miles de años antes los habitantes de un pequeño pueblo de Mali, los Dogones.
Los Dogones llegaron a Mali hace unos 600 años y se asentaron a unos 400 kilómetros al sur de Tomboctó, ocupando la zona que abarca desde el río Níger hasta los acantilados de Bandiagara. Allí, protegidas de los ataques enemigos por los propios acantilados, los dogones construyeron sus casas de arcilla y paja y durante siglos vivieron en paz desarrollando una de las cosmogonías más sorprendentes que ha visto la historia.
Pero permitidme ahora un salto hacia 1931, cuando entra en escena Marcel Griaule, el ilustre antropólogo francés gracias al cual conocemos hoy en día la historia del pueblo dogon. En aquel año Griaule se encontraba en África con la expedición “Dakar-Djibuti”, que pretendía reconocer el continente desde la costa occidental a la oriental. A su paso por Mali se encontró por primera vez con los dogones y a decir verdad quedó totalmente sorprendido con aquel primitivo pueblo que acababa de contactar y que en muy poco se parecía a las demás tribus del África negra.
Hay que señalar que aunque algunas fuentes coinciden en asegurar que Marcel Griaul vivió con los dogones durante más de 15 años, la realidad es que, aunque realizó innumerables viajes al territorio, nunca vivió con los dogones durante largas temporadas y su acercamiento a ellos se produjo aprovechando expediciones francesas como la de “Sahara-Sudán” que le volvió a llevar a la zona en 1935 o la del río Niger de 1938, en las que Griaul aprendió mucho sobre la vida de los dogones y éstos, recelosos siempre ante la presencia de extranjeros en su territorio, poco a poco comenzaron a confiar en el antropólogo francés.
Sus viajes a África se vieron paralizados al comenzar la Segunda Guerra Mundial, cuando Griaul fue retenido en Francia y no pudo volver a su amada África hasta 1946, año en el que se inicia su segunda etapa africana hasta su muerte en 1956. En estos 10 años Griaul viajó continuamente a Mali y allí entablo una buena amistad con un cazador ciego llamado Ogotemmeli. Él fue quien realmente reveló a Griaul todos los secretos del pueblo dogon que poco después sobrecogieron al mundo.
Sentados bajo una noche estrellada y alrededor de un fuego, Ogotemmeli le contó que miles de millones de años antes, cuando la tierra aún no existía, el Dios creador, Amma, cogió un puñado de barro, hizo unas pequeñas bolas con sus dedos y las lanzó hacia el cielo, convirtiéndose al instante en las estrellas. Después, con piezas de alfarería creó los astros y por último, con otro puñado de barro engendró la tierra, que rápidamente adquirió forma femenina. Ante la belleza de la tierra, Amma ardió en deseos de copular con ella, pero al intentarlo, el clítoris de la mujer se negó y Amma tuvo que cortarlo, por lo que la fecundación no fue correcta y fruto de ella nació el Chacal Dorado, el primer hijo de Amma, quien siempre fue contra su padre y se convirtió en el símbolo del engaño.
Después, en un segundo acto sexual fue el agua quien penetró en la tierra. De esta unión, esta vez perfecta, nacieron dos gemelos divinos conocidos como Nummo. Ogotemmeli señaló en ese momento a la estrella Sirio y reveló que hasta allí subió el Nummo para recibir las enseñanzas de Amma. Entonces ocurrió que Chacal, el hijo “malo” de Amma, copuló con su madre, la Tierra, y esta relación de incesto enfadó tanto a Amma que rechazó a su mujer y decidió crear los seres vivos él mismo. Con barro creó a la primera pareja de la historia, un hombre y una mujer. Pero, enfadado como estaba con Tierra, dotó al hombre con los dos sexos para que no necesitara a la mujer. Sin embargo, el Nummo no estaba de acuerdo y circuncidó al hombre para eliminar su parte femenina haciendo así que la pareja tuviera que unirse para engendrar vida. De esta primera pareja nacieron 8 niños que fueron llevados al cielo y convertidos también en Nummo, en seres divinos
Pero los 8 recién llegados no aceptaron acatar las reglas del Nummo principal (los gemelos) y decidieron volver a la tierra donde se convertirían en los antepasados de los dogones.
Ogotemmeli le contó también que los dogones conocían a Sirio como Sigu Tolo, y que siempre creyeron que sus dioses venían de esa estrella. Hasta que, y aquí viene lo más asombroso de la historia, 3000 años a.C el Nummo original volvió a descender a la tierra para revelar a los dogones que no venían de Sigu Tolo, sino de una estrella mucho más pequeña llamada Po Tolo que giraba en torno a Sirio y tardaba 50 años en dar una vuelta completa. Además les contaron que Po Tolo poseía un satélite (Emme Ya) que la acompañaba en todo momento. Años después, la ciencia, con el mejor telescopio del momento, descubrió Sirio B. Y todavía nos quedaría casi un siglo para descubrir que tardaba 50’04 años en dar una vuelta a Sirio. Los dogones, miles de años antes y sin telescopios, con un margen de error de 0`8 habían descrito a la perfección una estrella casi invisible para el ser humano.
Y esto no quedó aquí, en 1995 los astrónomos se dieron cuenta de que un cuerpo giraba en torno a Sirio B. Un astro al que llamaron Sirio C y que como habréis adivinado era Emme Ya, el satélite de Po Tolo del que los dogones ya conocían su existencia.
Además, los dogones también sabían que alrededor de Júpiter giraban 4 grandes satélites y que Saturno tenía anillos. ¿Cómo lo sabían?. Según ellos, fueron sus dioses quienes llegaron desde las estrellas para contárselo.
Fuente consultada: La Isla de Avalon
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